domingo, 19 de enero de 2014

El secreto de la luna



¡Y la luna!  
La luna. 
Pero no la luna. 

Federico García Lorca


Nadie me había hablado jamás del lento marchitar de las hojas por cuyas venas vegetales sigue fluyendo la sangre, o la savia. Ni me contaron el secreto de la luna, a la que le falta siempre un pedazo, el que sólo puede contemplarse a través del aliento mezclado de los besos en alguna plaza que se le perdió a la noche madrileña. De qué sirve descubrir ese pedazo de luna si después la luna ya no puede ser la misma.

Las farolas anaranjadas de mi calle incitan a las estrellas al suicidio. Yo, cuando las miro, quisiera estar muy lejos. Es una fecha extraña. Pero no lo será hasta que amanezca... Y entonces la luz anaranjada de las farolas se habrá dormido y yo despertaré; sin un beso de amor, pero despertaré.

Tengo la sonrisa -sí, la sonrisa- infectada de sueños esta noche. He visto morir tantas cosas que hoy solo deseo ser testigo de cómo agoniza el invierno. Y sentir los temblores de la primavera inundando a borbotones mis ojos y los tuyos, hasta que quede atrás la estación del frío y nazca una luna llena -un círculo perfecto-, tan blanca y resplandeciente que despierte a todos los hombres lobo de la Tierra... 

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