lunes, 26 de enero de 2015

Selene


Y si te vas, me voy por los tejados
como un gato sin dueño. 
Joaquín Sabina


La luna es un lugar de la noche en el que se refugian los ojos de los melancólicos, de los soñadores con alardes de poetas que bucean por su tristeza sin esgrimir un motivo lo suficientemente cierto. Pero tan fiero, tan intenso.

Tanto hablar de poesía y, realmente, moriría sin la música. Se me encoge el corazón bajo los acordes amargos de una canción de los noventa. La voz ronca de Sabina me trae, por alguna razón inexplicable, tu mirada. Bailamos. Tal vez tu amor sea producto de mi imaginación y esté volviendo a convertir mi vida en literatura, como siempre. Como nunca. Pero podría jurar que me quieres.

Si alguna vez viajo a Nueva York, aparcaré mis sueños por un instante junto a Tiffany’s mientras desayuno un croissant enfundada tras unas Ray-Ban. Ya lo sabías, ¿verdad? Basta con mirarme e imaginar todos los nombres que me merezco. En realidad, no necesito más que uno.

Soy de ese tipo de personas. Sin embargo, he decidido no perderme más por el viento del oeste, por muchos barcos, hidroaviones y reyes que prometan venir a buscarme. Me voy a quedar aquí sentada, mirando la luna como una melancólica más con pretensiones de poeta. Si puede ser, contigo. Aunque mirar la luna no es como ir al cine: la soledad no es un obstáculo. Pero mi gata sí tiene nombre. Aunque eso ya lo podrías suponer.

Voy a tirar la tristeza a la basura o detrás de unas Ray-Ban. De niña, se me hacía necesario llorar para que las farolas y los semáforos se desenfocaran y la noche se convirtiera en un caleidoscopio de irrealidad. Ahora, basta con quitarme las gafas. Hasta la miopía tiene su magia, o tal vez sea, nuevamente, este afán mío por literaturizar las existencias.


Soy feliz y estoy triste. Definitivamente, he debido de atragantarme con tantas lunas o tantas canciones… Pero si alguien me las quita, me moriré de frío o, lo que es lo mismo, de indiferencia cósmica.

La poesía no es más que una indigestión de lunas. Pero que nadie se lleve la música...

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