sábado, 25 de julio de 2015

Si tú me dices ven


Como un ave olvidada de la rama nativa
A un tiempo poseíste muerte y vida,
Sin haber muerto, sin haber vivido. 
Luis Cernuda


Tenía nombre de bolero y sonrisa de galán de película de serie B. Se escondía tras el acordeón más triste de todos los tangos que venían a mi imaginación y a la vez formaba parte de una suerte de distopía inaccesible para los soñadores caducos como yo. Lo miraba caminando por oficinas blancas como amaneceres inciertos, siempre rodeado de gente, sin detenerse. No; no  lo miraba. Lo asesinaba en versos.


¿Cuántos años han pasado? Hoy las oficinas se derraman por mis mejillas como lágrimas de ciencia-ficción, imposibles y perfectas, crueles. Hoy, los protagonistas de todos los cuentos inacabados se levantan contra su autor, con las manos cubiertas de sangre. Los cientos de futuros abandonados en hojas amarillas se amontonan, uno sobre el otro, revelándome que, en realidad, no fui yo la asesina. No hay final: jamás hubo final. Ahora, puedo escribir historias nuevas, modelar personajes con los dientes azules y los ojos como luces de neón. Pero él permanece vivo detrás de todos los boleros y yo sigo esperando, esperando para continuar esa letra que sigue siendo cierta, esa letra que comienza: “Si tú me dices ven…”

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