martes, 4 de noviembre de 2014

El muerto



¡Tu cuerpo!:
Largo y abultado como las estatuas del Renacimiento. 
Rafael Alberti


-Supe que había fallecido por el modo en que se hallaba fracturado su brazo -decía aquel hombre-. En los muertos, siempre se observa la misma fractura en el brazo derecho.

Tenía barba negra y espesa y gafas grandes, como las que aparecen en las películas de los ochenta. Caminábamos por un paisaje crepuscular y urbano. Le pregunté otra vez si estaba seguro de la identidad del fallecido y me repitió su nombre, confirmándolo.

-Fue un ataque al corazón. No me quedó ninguna duda de que había muerto después de ver su brazo. Es algo inmediato: en cuanto morimos, se forma esa fractura en el húmero.

El último sol caía sobre nosotros como yema derretida. Extrañas tribus bailaban por el sendero, junto al río. Comencé a llorar con desconsuelo: era la única culpable.

-Si hubierais llamado a una ambulancia…


No respondí. Metí la mano en el bolsillo del abrigo y saqué un puñado de monedas de plata que refulgían sobre mi palma, y las fui dejando caer distraídamente, una a una, por el camino, como un reguero brillante que nos persiguiera. 

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