Río Danubio, Budapest (Hungría)
"Toma este vals que se muere en mis brazos."
F. G. L.
Nada más conocerlo, ella le
contó una leyenda que había escuchado hacía varios años, cuando viajó a
Budapest. Según dicha historia, las aguas del río que pasaba por la ciudad, el
Danubio, solo eran azules para aquellas almas que se hallaran perdidamente
enamoradas. Cuando la escuchó por primera vez, ella solo era una niña difuminada
de valses. Jamás había regresado a Budapest y ni siquiera recordaba el color de
las aguas del Danubio mientras le narraba la leyenda a aquel muchacho de jabón
y canela que la miraba, desconcertado.
Meses más tarde, ambos
continuaban discutiendo acerca del color de los ojos de él. Él estaba empeñado
en que eran verdes, mientras que ella los veía definitivamente azules. Puede que Strauss tuviera la culpa de aquel insólito desacuerdo o tal vez el Danubio, o
la leyenda, se hubieran derramado sobre sus miradas. Quizás él no había comprendido
aún que el azul es el color que baña el techo de los sueños, la tierra donde
germinan las promesas y las llanuras de los relojes detenidos, el fuego de las
estrellas fugaces y el aire que respira la ilusión. Todos los cisnes y los palacios
deshabitados se ocultaban en el azul. Y por fin ella había descubierto el
escondite.
Para tus ojos de Danubio enamorado.
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