"Nimbus", Berndnaut
Estoy cansado del estar cansado.
(Luis Cernuda)
.
De nada sirve llorar, y jamás
tus motivos serán lo suficientemente justificables para hacerlo. Pero a veces
cuesta ignorar que el viento es muy alto y que la barca donde bogan tus sueños
está construida con materiales demasiado frágiles, demasiado vulnerables ante
la feroz melancolía.
Y te cansas de estar cansada,
como el poeta. En esos instantes, el látigo de la realidad se agita, impasible,
sobre todos los azules del mundo, que tienen una triste y perversa tendencia a
desvanecerse. Sin embargo, la oscuridad nunca se marcha. Los colores sombríos
solo son eclipsados momentáneamente por la luz, pero siempre perviven de manera
latente. Las nubes los atraen. A veces, no son necesarios motivos concretos
para que la barca comience a zozobrar. Para que las fuerzas te abandonen y
sueltes el cabo que hasta entonces habías sujetado con la ilusión de que un día
el viento dejara de perseguir tu frágil embarcación. Y ya dijo Ángel González que
las ilusiones están hechas con materiales muy poco consistentes.
Es el precio de la utopía, la
otra cara del idealismo. No tienes derecho a la tristeza: posees tantas razones
por las que sentirte dichosa… Pero a veces. A veces. Esas veces en las que
sientes que tu sombra podría envolver a cualquiera que te mirase a los ojos,
arrastrándolo a tu naufragio.
No; no tienes derecho a la desesperanza.
Pero lo bueno de ésta es que siempre se acaban marchando las nubes y entonces
descubres que las personas tenemos algo de aves fénix y de repente eres
consciente de que, en realidad, no llegaste a soltar del todo el cabo que
mantenía atado tu sueño. Y te repites aquellas palabras que dijo Escarlata O’Hara
después de que su mundo se desmoronase: “Mañana será otro día”.
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