"El sueño de la razón produce monstruos", Francisco de Goya
Sentado sobre un golfo de sombra vas siendo ya sombra tú todo. Sombra tu cabeza, sombra tu vientre, sombra tu vida misma.
Luis Cernuda
Aurora se sintió muy lejana
mientras escuchaba aquellas palabras, como si formara parte de una dimensión
alternativa. Una vaga sensación de ausencia se adueñó de su corazón. Esa tarde,
regresaron las sombras.
Entraban en su alma de dos en
dos, de tres en tres. Fluían como un río turbulento y extraño, envolviéndola,
empañando sus sueños. Aurora permanecía sentada, esperándolas. Cuando se
acercaban, las alimentaba con migajas de ilusión y sentía como a medida que
hacía esto, la tristeza aumentaba. Sin embargo, le resultaba inevitable.
Recordaba a las sombras de
otras veces. Tomaban la forma de sus propias inseguridades, pero no circulaban
de dentro hacia fuera, sino de fuera hacia dentro. Las sombras no existirían si
aquellas palabras no hubieran sido pronunciadas. Y en ese momento, eran solo sombras; pero pronto
crecerían y se materializarían en escalofriantes monstruos acechantes en el
filo de cada madrugada.
Querían paralizarla. Derrotarla,
romperla en mil fragmentos. Robar la luz a sus mañanas. Querían convertirla a
ella misma en otra sombra más.
Aurora una vez pensó que se habrían
marchado para siempre. Pero aquella tarde, regresaron… Porque esas sombras
no nacían dentro de ella, y no hubieran existido si las terribles palabras
jamás hubiesen sido pronunciadas.