"Golconde", René Magritte
But there's one thing I know:
the blues they send to meet me
won't defeat me.
It won't be long till happiness
steps up to greet me…
B. J. Thomas
Los días más oscuros también
tienen su propia banda sonora. Y no cuesta tanto encontrarla.
Pienso en el sol y en aquellos
fantasmas morenos, felices, lejanos, que cada verano juegan a suicidarse sucesivamente
desde el acantilado y luego se sonríen y beben de la noche.
Y son noche.
Yo me vuelvo sal, espuma,
viento. Una cosa es cierta: los turistas, entonces, resultan los asesinos más
descarnados de cuantos puedas conocer.
Todo eso se me ocurre si
pienso en el sol. Y es que el encanto del mar reside, precisamente, en su lejanía.
Yo todavía espero que alguien
me mire a los ojos y me diga:
Arrastrémonos juntos por las dunas gastadas,
dejémonos asesinar como una estrella deslucida y antigua,
sin renunciar a la explosión.
Nunca
renunciemos a la explosión.
Hay amor o hay lluvia. Hay explosión…
o hay luces que se apagan lentamente.
Hay luces que se apagan
lentamente… y también hay asesinos de luces. Los asesinos de luces… son
terribles, ¿sabes? Una vez, conocí a uno. Tenía un agujero negro en el lugar
donde debiera estar el corazón. Después de encontrarte con uno de ellos, cuesta
mucho volver a iluminarse.
Pero lo acabas haciendo. Sobre
todo, si eres de ese tipo de personas que le adjudican una banda sonora a las
tormentas. Observa que digo “tormenta” en vez de “lluvia”. No es lo mismo: “lluvia”
es una palabra que todo lo apaga. El frío se cura con chocolate. Muy caliente.
Aquel año, debí ignorar mi
naturaleza de turista suicida para lanzarme desde el acantilado y descender a un
fondo de vida, o de verdes. Aquel año, debí comprender que como estrella no
valgo nada, que ninguna estrella vale nada si al final del camino no se
abandona a la explosión. Pero ahora ya es tarde y su encanto reside,
precisamente, en su lejanía.
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